Andrés Herrera es un actor catalán de Caravaca de la Cruz. Le gusta definirse así. Andrés ha participado en series de televisión cómo Sin tetas no hay paraíso, obras de teatro cómo Super-Rawal o El viaje a ninguna parte, así como en Pa negre o Secuestro en la gran pantalla, entre muchas otras. Actualmente está trabajando en el Teatre Borràs haciendo Sota teràpia.
¿En qué momento decides que este es tu mundo?
De pequeño, jugando a espadachines en el patio de mis vecinos. Soy nacido en un pueblo de Murcia que se llama Caravaca de la Cruz pero llevo en Barcelona desde los siete años, o sea que soy catalán de Caravaca de la Cruz.
¿Alguna otra profesión que te llame la atención?
Si no me dedicara a esto me gustaría mucho hacer radio. Ya sabes, tener o colaborar en algún programa de radio que tuviese que ver con el arte, la música… con lo que a mí me gusta. Me parece un medio de comunicación precioso.
¿Qué canal escuchas?
Me gusta mucho Radio 3, pero la de hace veinte años. Ha ido siendo sometida a muchos cambios de timón. Siempre ocurre lo mismo, cuando hay algún programa que toca los cojones –en el mejor sentido de la palabra–, se lo cargan. No hay libertad de expresión en este país. No existe.
¿En qué programa colaborarías ahora?
Me gustaría mucho ir un día de invitado a Mundo Babel, programa temático que hacen los sábados por la mañana, en que casi siempre descubro o recupero música maravillosa y además estoy más o menos de acuerdo con el discurso del programa en sí. Sería interesante hacer promoción de una peli, obra de teatro…
Te hemos visto en Secuestro. ¿Es el thriller tu género favorito?
Me gusta que se abran nuevas sucursales en cada curro. Estoy acostumbrado a trabajar en thriller, en acción… con personajes así un poco sanguíneos, malos, como el de Secuestro, por ejemplo. Pero también me gusta hacer otras cosas, diametralmente opuestas, porqué sino siempre acabas haciendo cómo fotocopias de lo mismo y deja de ser interesante y este trabajo si tiene algo es que es –y ha de ser– interesante.
¿El aspecto más negativo de tu trabajo?
El ninguneo. El desconocimiento total y absoluto de lo que es verdaderamente esta profesión. De repente alguien te dice: “He estado en un rodaje y hay que ver cuánto trabajáis, eh?”. Esta gente se debe pensar que nos pasamos el día practicando sexo y drogándonos, y no es nada de eso. Es un problema de cómo se vende, de cómo llega al ciudadano de a pie. Es necesario cambiar ese tópico que hay en el inconsciente colectivo… que nos conozcan más de cerca, lo que es y lo que somos.
¿Cómo se consigue?
Con educación, tal vez. A mi me gusta mucho el básquet pero no rezo a Pau Gasol. Me parece desbordante y desaforado que se gane tanto dinero haciendo “eso”… Pero este es el mundo en el que vivimos; la oferta y la demanda. Pau Gasol no deja de ser una persona… ¡Messi es una persona! Y el señor que sale en televisión, y el que trabaja en un escenario, y el que conduce autobuses… todos nos necesitamos porqué cubrimos parcelas necesarias del día a día, unos arreglan grifos, otros diseñan edificios o puentes, y otros tocamos emociones, cómo los músicos, pintores, actores… El espíritu y la emoción tendría que ser algo mucho más cotidiano. Me parece absurdo que la gente te pare por la calle –de forma maleducada– porqué has salido en Ocho Apellidos Vascos, por ejemplo, y en cambio nunca escuchar un: “Oye, gracias, desde que me arreglaste el grifo que me funciona de maravilla”.
Pa negre dio mucho que hablar.
¡Sí! Para mí lo mejor es la fidelidad de Agustí Villaronga a su propio discurso. Con Pa Negre hace una película donde la guerra es algo que está por encima de las personas, aunque quienes mueren y sufren las consecuencias sean ellas mismas. Hay un montón de películas en las que se ha hablado de la Guerra Civil, posicionándose casi siempre des del punto de vista de los perdedores –al margen de las películas que se hicieron en la Postguerra–. La mayoría de las películas de Agustí, sobre todo las primeras, tratan sobre un niño que en su inocencia sale al mundo de los adultos y es maltratado por ese mundo. Ese trauma genera cine y es ahí donde está Agustí Villaronga para retratarlo. Lo innovador y polémico es cómo el niño va descubriendo cuanta maldad hay detrás de la Guerra –estés en el bando que estés–, qué partes tan feas del ser humano mueven ese caldo de cultivo… Agustí tiene una mirada necesaria, muy poco tópica, y cuánto más fiel es a su mirada más me gustan sus películas. Fue muy bello vivir Pa negre.
¿Algún papel pendiente?
Todos los que me quedan, claro. (Ríe) Soy muy poco celoso de esas cosas. No es que no quiera hacer Hamlet pero no mataría por hacerlo. A mí me gustan los personajes interesantes, me gusta remar. Tengo mi vanidad, por supuesto, tampoco pretendo quedar de santo. Me gusta ir ampliando, en la medida de mis posibilidades. Normalmente quiero trabajar en cosas que no he trabajado y despertar emociones que no he despertado todavía. Soy amante de esos personajes… No sé a qué tipo corresponden pero son los que me estimulan el alma.
Lolo a Sin tetas no hay paraíso. ¿Por qué crees que funcionó tan bien?
Ufff, no soy sociólogo, no lo sé… creo que hay una muy buena estrategia del equipo creador y de los productores que conecta con una parte de nosotros que le gusta lo fácil. Chico guapo, tocar temas sin demasiada profundidad, con acción pero no demasiada, con drogas pero sin entrar al trapo… Lo tocan todo sin dejar de ser superficial y parece que eso, en primetime que está uno ya acabando el día, es un cocktail que funciona. Me gustó formar parte de ese proyecto y que gustase mi trabajo pero si me das a escoger prefiero proyectos más comprometidos. Necesito que me toquen otras partes del espíritu.
Participaste en El perfume: Historia de un asesino.
Sí, nada, muy poca cosa… Era el guarda de la puerta pero no se me ve, salgo unos tres segundos… Rodé una secuencia que al final no se montó. La secuencia tenía que ser otra cosa…
¿No te avisaron?
¡Qué me van a avisar! Pero si yo era el último mono… (Ríe) Hay un momento del organigrama que va cambiando de color y a partir de ahí no importa lo que pase. Pero es igual… Yo me alegro, mi experiencia fue, pues nada, ir a rodar. Estuvo bien. El director es un tipo maravilloso, con una mirada muy chula, que merece la pena conocer. Pero para mí no es más que una anécdota. Si ahora me lo ofrecieran, sabiendo que va a ser eso, diría que no. Prefiero cabeza de ratón que cola de león.
¿El papel que más te ha marcado?
No hay un papel, hay muchos… El primero, uno de teatro que hicimos en 2003, Fernan de Super-Rawal. Ese fue cómo mi espaldarazo, cuando la gente empezó a tomarme en serio. Fue como una epifanía… De repente me vi haciendo cosas que yo no sabía que podía hacer. Me vi confiando en mi mucho más de lo que confiaba hasta entonces, y eso siempre es bonito, no? Además era un papel muy chulo, en una isla preciosa… ¡Muy bonito de hacer! Fernan marcó un antes y un después en mi, pero no hay un solo papel… antes me había pasado dos años por el mundo con ‘La Fura’ y eso tampoco lo cambio por nada del mundo. También me marcó mucho mi primer papel en cine, que era muy pequeñito, si, pero fue el primero. No me enteraba de nada pero esa candidez y “esa cosa de la primera vez” también es muy bonita de recordar. Todos los papeles suman, creo.
Ahora estás en el Teatre Borràs haciendo Sota teràpia. Cuéntanos un poco, ¿sobre qué trata?
Es una sesión de terapia de pareja, dónde cualquiera que haya estado alguna vez en pareja, se va a sentir reconocido en todos los personajes, por lo menos una vez. Son tres parejas. Es cómo un sitio de lugares comunes, muy divertidos y muy reconocibles. Invitamos a cruzar una frontera que luego hubieras querido no cruzar cómo espectador. Es una partitura difícil de ejecutar pero que si se hace bien consigue que el espectador se olvide de que está en el teatro. Es todo muy real. Y hasta aquí puedo leer…