Javier Mariscal: “Siempre que he intentado reflexionar, me he dormido”

By 12 de gener de 2022 cultura

Valenciano de nacimiento y barcelonés de adopción, Javier Mariscal es un pintor, diseñador y dibujante de cómics, que trabaja todo tipo de disciplinas artísticas: paisajismo, animación, escultura, ilustración, diseño de interiores… sin traicionar nunca su identidad de dibujante. Actualmente, el creador de Cobi —la mascota de los JJOO de 1992— se encuentra trabajando en su próxima película, ‘They Shot the Piano Player’, que se estrenará en noviembre de 2022.

A principios de los setenta decides mudarte a Barcelona.

Sí. Descubrí el diseño gráfico y esta era la única ciudad donde lo hacían. Y así fue como, con tan solo diecinueve años, me escapé de Valencia para venirme a Barcelona. 

¿Recuerdas lo primero que hiciste, profesionalmente hablando?

Sí, cuando empecé me encargaban escaparates de agencias de viajes y cosas así. Y también empecé a hacer de DJ. Bueno de DJ no, porque aún no existía, yo era más bien el que ponía los discos. Y allí, en la discoteca, también hacíamos murales y cosas. 

Y luego, en la escuela de diseño hicimos una pequeña pandilla y conocimos a Nazario. Nos fuimos a vivir todos juntos, formando una especie de comuna, y empezamos a hacer cómics y a venderlos por la calle, en los bares… La aparición de la fotocopiadora —que llegó justo entonces— nos facilitó muchísimo el proceso.

¿Qué dirías que es lo que más ha cambiado de la Barcelona que tú encontraste a la de ahora?

Bueno, la Barcelona que yo me encontré era mucho más canalla y había una diferencia bestial entre lo que era uptown y downtown. Es decir, la zona de Gracia/Pedralbes y el barrio del que yo nunca me movía, Ciudad Vella. 

Todo era mucho más guarro, gris, duro, cutre… Pero al mismo tiempo me llamaba mucho la atención y quería descubrirlo todo. Me fascinaba la zona de Plaza Real, Las Ramblas, calle Escudellers, el Puerto… ¡No te lo acababas! Y, en cambio, no me interesaba nada todo lo que era uptown. Gracia era un pequeñito barrio burgués de abuelitas, costureras…

Piensa que yo venía de un entorno muy pijo de Valencia, donde la gente hacía hípica y tenis, y estaba todo muy limpito. Y claro, me fascinó aquel contraste. Coincidió además que en ese momento llegaron muchos extranjeros de Marruecos, la Índia… y en ciertos locales de allí —como la sala London o Zeleste— se mezclaba todo tipo de gente. Fue una explosión maravillosa.

¿De qué proyecto te sientes más orgulloso?

La verdad es que nunca hago ese tipo de reflexiones. Y además me niego a hacerlas. Desde muy pequeño me ha parecido que es muy americano eso de: “Y el número uno es…”. La verdad es que no lo sé, nunca me ha interesado.

¿Cómo definirías tu estilo?

Pues es que tampoco lo defino… No sé analizar, me cuesta mucho. Siempre que he intentado reflexionar, me he dormido. Y tampoco me interesa, así que…

Ahora, por ejemplo, estoy haciendo una nueva película —con Fernando Trueba— que te obliga a dar con un tipo de imágenes que de otra forma nunca hubiera hecho. Y no me importa si no es mi estilo… Mi trabajo es muy parecido al del arqueólogo; vas buscando, encontrando, componiendo… Menos mal que existe Google, que te permite encontrar aquel vestuario o aquella silla en concreto e incluso buscar cómo eran las copas de cerveza en Río de Janeiro en los años setenta. 

Aun así, tienes una forma de hacer que es muy tuya. 

Sí… Como no sé dibujar bien, mis personajes no son realistas y están muy rotos. De hecho, los animadores se vuelven locos con mis personajes porque yo los deformo de una forma muy personal y que es muy difícil de explicar a los demás. 

Los personajes de esta película, por ejemplo, los hace Marcelo y yo le estoy muy encima diciendo: “Hazle esta mano más grande”, “Ponle mucha más caricatura…”, “No lo hagas tan simétrico”. No soporto la simetría… ¡Aparte que es mentira! No puedes hacer como que coges un catálogo de ojos y pegarle uno igual a cada lado, haciendo espejo. Eso no es real.

Hay que simplificar, limpiar y sobre todo buscar elementos muy sintéticos para que no se ensucien las líneas.  En esta película trabajamos —entre comillas y con mucho respeto— dentro de una síntesis que yo siempre he valorado mucho de Tintin. Hergé era muy bueno haciendo esas síntesis. 

¿Tenías algún referente cuando empezaste? 

Bfff, miles… La lista es interminable. Desde el más tópico como puede ser Picasso o Matisse hasta Dubuffet, Oldenburg, David Hockney, Len Wein, Coll, Blasco, Toulouse-Lautrec… Pero también el paquete de tabaco Gitanes, la marca Cinzano, Tío Pepe, las películas de ‘Tom y Jerry’, los primeros ‘Mickey Mouse’, ‘West Side Story’… Así como todos los coches americanos de los años cuarenta y cincuenta, pero también el dos caballos, el Chevrolet Impala del 58, el Fiat Cinquecento, la Vespa… 

¿Eres exigente con tu trabajo? ¿Te cuesta darlo por terminado?

Sí, cuesta mucho porque siempre piensas que aún no está del todo bien. Pero claro… en algún momento lo tienes que hacer.

¿Hay algún proyecto del que no te sientas especialmente orgulloso?

De todos. Pero bueno, considero que llega un momento en que tienes que coger y decir: “Déjalo ya”. Y, sobre todo, admitir que eres lo que eres y que esto es lo que hay. Ya me gustaría ser Velázquez, pero no lo soy. Qué le vamos a hacer. 

Lo bonito de la cultura y la comunicación visual es que nos gusta, sorprende y emociona cuando vemos esos espejos personales —que todos son deformados— donde cada persona, de una manera muy personal, está haciendo su versión de una realidad. La magia que tiene esta comunicación es que te sientes muy atraído con esa mirada. Es como cuando ves una película de Woody Allen… Te emocionas porque tiene una forma muy personal de contar historias y reconoces esas reacciones como tuyas.

Por eso estoy tan contento de hacer una película. Considero que es una de las maneras más bonitas y potentes de poder comunicar una serie de valores, sensaciones y filosofías, y conseguir llegar a muchísima gente sin la barrera de los idiomas. Es fantástico. 

¿Qué expectativas tienes en tu próxima película, ‘They Shot the Piano Player’?

Bueno, es una película muy difícil. Muy culta. No va a ser un gran éxito para nada. De hecho, estoy convencido de que habrá muchísima gente que va a decir: “No veo esto ni loco”.

¿Por qué?

Porque es dibujo animado, para adultos, en tres idiomas —inglés, brasileño y argentino—, sobre una investigación… Es un documental sobre la muerte de un gran músico, que no es conocido, y el espectador tiene que estar atento e ir siguiendo toda la trama y las informaciones que va recibiendo. No es una película fácil para nada. Pero bueno, en eso estamos… Creemos que vale la pena hacerlo.

Y por último, ¿cómo llevas las críticas?

La verdad es que no tengo críticas. La gente es muy amable. Vivimos en una ciudad y en un país tan maravilloso que la gente solo me saluda para decirme: “Escolti, Mariscal, m’agrada molt el que fa”. Muy raramente ocurre lo contrario. Y mira que yo soy maleducado, facineroso y siempre me meto con todo el mundo… 

Pero es cierto que en su momento —en los ochenta—, me costó entender que lo que yo hacía no gustaba a todo el mundo. Pensaba: “¿Cómo es posible?”. 

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